Fecha de publicación: 27/09/2024.
La enseñanza junto al aprendizaje es considerada como una actividad fundamental del proceso formativo. Tradicionalmente, ambos procesos han tendido a ser identificados como actividades esenciales de los actores principales del proceso educativo, de acuerdo a la función que desempeña. Al docente le ha correspondido el enseñar y al estudiante el aprender. No obstante, al profundizar en la comprensión de ambos procesos, esto no es tan absoluto así, porque como lo señalan autores como Freire (2004): quien enseña aprende y quien aprende, puede influir en los otros.
Es decir, si bien es cierto que la actividad profesional del docente es la de formar al hombre que requiere la sociedad a través del proceso de enseñar, no es menos cierto que durante este proceso aprende, es aprendiz; entonces, la actividad de aprender no es exclusividad del alumno. Además, toda persona que aprende, puede ejercer influencia en los demás, enseñar, sin tener competencia de docente. Y, si a ello sumamos planteamientos como el de Saint – Onge (1997) según el cual, no siempre que un profesor enseña, los estudiantes aprenden, entonces se hace evidente una ruptura con la relación causal modernista de la díada enseñanza – aprendizaje, según la cual el docente enseña y el alumno aprende. Es posible que un docente enseñe y un estudiante aprenda durante este proceso; pero, también existe la posibilidad de que un estudiante pueda aprender pese a la enseñanza del profesor; o que una persona pueda aprender sin estar sujeta a un proceso de enseñanza como tal. Además, puede que un docente al enseñar no propicie aprendizajes en sus estudiantes, más él, si puede aprender y darse cuenta de sus aciertos y desaciertos, sin estar en presencia de un profesor.
Como se puede apreciar, la idea, en este apartado, es presentar unos fundamentos y caracterización del proceso de enseñanza, con el propósito de propiciar la reflexión pedagógica, pues, los tiempos actuales han generado una cultura de aprendizaje, que implica nuevas formas de relacionarse con el conocimiento en los diferentes contextos y que, por ende, demanda cambios en la concepción y práctica de este proceso como actividad profesional del docente.
En un mundo, donde el manejo de diversos aparatos electrónicos, con los cuales, desde los más pequeños hasta los más adultos, se conectan al mundo de la información, superando las categorías de espacio y tiempo, aunado a la presencia de innovaciones tecnológicas como la IA, plantea nuevos retos a los sistemas educativos formales, que, tal como lo plantea Pozo (2006:30), no han sido tan permeables al cambio. Incluso este autor afirma al respecto que: “… las propuestas teóricas para el cambio han sido más fuertes y profundas que los verdaderos cambios que han tenido lugar en las prácticas educativas.” En otros términos, ha habido una gran producción teórica sobre el deber ser de los procesos de enseñanza y de aprendizaje, pero con poca repercusión en la práctica real de enseñanza que se concreta en el aula. De ahí que Pozo (2006) plantee como alternativa la necesidad de revisar las creencias, las teorías implícitas de quienes ejercemos la docencia y de quienes aspiran a ejercerla, para poder generar un cambio verdadero. Incluso, este planteamiento también lo hace Bruner (1997) cuando señala que ya no es suficiente estudiar lo que hacen los niños y sus profesores, sino que se debe determinar lo que creen que hacen y las razones por las cuales lo hacen. Según este autor las prácticas de las aulas están fundadas en una serie de creencias populares sobre la mente de los aprendices.
En este sentido, se considera menester ahondar en los proceso de enseñanza como actividad profesional del docente , en la idea que, a partir de esta disertación, se genere un reflexión sobre las teorías implícita que propicien una posibilidad, a los futuros docentes y docentes en servicio, de construir un conocimiento pertinente al momento histórico, sobre este proceso fundamental del hecho pedagógico, dentro del marco de un momento histórico tan particular.
Como lo señala Freire (2004) la enseñanza no puede verse como mera transmisión de conocimientos. Implica un proceso de mayor complejidad. En este sentido, precisa que enseñar es crear las condiciones para que los estudiantes construyan conocimientos. Se trata de desarrollar un proceso de construcción colectiva de conocimientos en función de la transformación social y de la formación integral. Como lo señala Serrano (1990) la enseñanza durante mucho tiempo consistió en mostrar y suministrar información a los estudiantes. En otros términos, en un mero acto de comunicación de información. Pero, como los tiempos cambiaron y la información está en todas partes, la función de la enseñanza también debe variar de esta función meramente transmisora.
Así, la enseñanza como actividad profesional del docente en este momento, debe ser entendida como un proceso pensado, planificado, mediante el cual el docente crea las condiciones para que sus estudiantes eleven sus niveles cognitivos y se apropien de las herramientas que les permitan desenvolverse en un contexto y asumir su vida en forma autónoma y libre.
Caponi (2005:22) señala que el enseñar debe estar dirigido a desarrollar en los estudiantes herramientas que les permitan ser capaces de buscar y seleccionar información, “comprenderla y transformarla en saber propio, creando un ambiente que estimule la discusión y el debate, la creatividad, el trabajo, la convivencia y la búsqueda de un saber cada vez más autónomo y personal”. Ello coincide con lo expresado también por Saint- Onge (1997) cuando hace mención al imperativo de desarrollar a través de la enseñanza la capacidad de aprender a aprender, es decir, a través de ella, se debe desarrollar en los estudiantes las habilidades para producir los conocimientos, el propio saber.
En tal sentido, el trabajo de aula debe estar orientado por propósitos claros que deben ser conocidos por los estudiantes y orientados a propiciar su libre y protagónica participación en el aula, a través la práctica del diálogo entre personas y saberes, para que se medie el proceso de construcción de conocimientos, pues, el trabajo de los alumnos debe estar dirigido a la adquisición y/o desarrollo de competencias en la solución de problemas.
Debe enfocarse la enseñanza a la generación y difusión de conocimientos, en función de necesidades realmente sentidas por los estudiantes y la misma sociedad; debe ser un proceso favorecedor de las estrategias dialógicas, que impliquen y propicien el intercambio de información y saberes en función de la comprensión de la realidad. Se trata de concretar la verdadera función democratizadora del conocimiento a través de la educación sistemática. Y esto es válido desde el infante hasta el adulto. Por ejemplo: el niño tiene que entender que el aprendizaje de la escritura y la lectura deben tener propósitos comunicativos y las actividades de aprendizaje deben enfocarse en esta dirección. La copia y el dictado acrítico y sin referente socio cultural, aplicado mecánicamente carece de significado en la enseñanza de las habilidades comunicativas por escrito. En el caso de los jóvenes y adultos se aprecia que, la información al alcance de todos, hace de las investigaciones documentales un constante corte y pegue irreflexivo. Esta situación nos tiene que llamar la atención a la vez que nos impone retos.
Tal planteamiento demanda en los docentes el desarrollo de estrategias que comprometan a los estudiantes en un verdadero proceso de formación. Quizá el diálogo, la discusión, la reflexión, el conflicto cognitivo, sean estrategias que deban ponerse de plano, para que la búsqueda y selección de información se conviertan en actividades generadoras de verdadero conocimiento. Como lo señala Bravo (1997) pensar en una pedagogía renovadora significa la superación de la práctica intuitiva del docente y, por el contrario, la enseñanza debe estar asociada a procesos investigativos del enseñante, que permita perfeccionar y reflexionar sobre lo que hace. Este es el gran reto.
En síntesis, en este tercer milenio, la enseñanza, como un proceso complejo debe caracterizarse por ser un proceso:
- Dialógico, en el sentido que propicie el intercambio de ideas y la reflexión, aspecto que se relaciona de manera directa con la competencia comunicativa orientada a desarrollar la capacidad de escucha.
- Contextualizado, de tal forma que los contenidos sean pertinentes con la realidad, que sean asuntos con significado para los estudiantes. Así, la enseñanza es una competencia fundamental que debe desarrollar el profesor, en su condición como mediador de aprendizajes.
- Investigativo, para que le permita al docente revisar sus éxitos y desaciertos de manera sistemática. En esta tarea la práctica de la investigación –acción – participante y la hermenéutica resultan métodos muy pertinentes.
- Innovador, de tal forma que contribuya al cambio y a la mejora. Este aspecto también se relaciona con las demandas del momento; incluso es una de las competencias del perfil actual del profesorado: capacidad de innovación y creatividad. Es una cualidad en el sentido que es menester para incorporar en su hacer lo nuevo, a la vez que utiliza lo que no es nuevo de manera diferente y efectiva para hacer de su práctica una invención (Sevillano, 2004) . Como el término lo dice, una innovación busca introducir cambios en las prácticas educativas instituidas, que conduzcan a la mejora.
Ahora bien, como lo señala Pozo (2006), el cambio en los sistemas educativos formales requiere nuevas formas de pensar la enseñanza y el aprendizaje. Aquí se pudieran numerar más características e indicaciones sobre cómo debe enseñar el docente, pero resulta que si los profesores no tienen claridad en lo relativo a cómo se genera el aprendizaje, cómo se adquiere el conocimiento, todos los aportes se convierten en palabrería. Incluso, enfatiza este autor, en la necesidad de trabajar sobre la base de las creencias o teorías implícitas que tienen los docentes sobre el proceso de enseñanza y de aprendizaje, pues, cierto es que no hay teoría sin práctica, ni práctica sin teoría; todos tenemos una idea de cómo se enseña y cómo se aprende porque nos hemos sometido a esos procesos. El problema es que, generalmente, son teorías implícitas y como lo señala Achilli (2000) “Los procesos de aprendizaje son constitutivos de las mismas prácticas docentes.” En la generalidad de los casos, de una manera inconsciente e irreflexiva.
Como lo señala Pérez Echeverría (2000) las creencias sobre el aprender y el enseñar se relacionan con la forma en que aprendemos y enseñamos. Incluso, la misma Serrano (1990) precisa al respecto que, si la intención de los docentes es lograr que sus alumnos aprendan, tienen que comprender en qué consiste el proceso de aprendizaje; solo de esa forma tendrán diafanidad del concepto de enseñanza.
Con relación a lo expuesto, se puede concluir que, si se asume el aprendizaje como el proceso mediante el cual los estudiantes construyen conocimiento, la enseñanza es el proceso pensado, deliberado, planificado, mediante el cual los profesores crean las condiciones para que los estudiantes aprendan; dicho en otros términos, se propician las condiciones para que los estudiantes construyan conocimientos.
Referencias Bibliográficas:
Achilli, E. (2000). Aprendizajes y Práctica Docente. Novedades Educativas. (33). 18-25.
Bravo S., N. (1997). Pedagogía Problémica. Bogotá: Tercer Mundo Editores
Bruner, J. (1997) La Educación Puerta de la Cultura. Madrid: Visor.
Caponi, O. (2005). Universidad Bolivariana de Venezuela: Universidad de Estado. En M., Fernández. (Comp.) La Municipalización de la Educación Superior. (19-22). Caracas: UBV.
Freire, P. (2004). Pedagogía de la Autonomía. Sao Paulo: Paz e Terra SA.
Pérez Echeverría, M. (2000) Sólo sé que no se nada: algunas consideraciones acerca de las creencias sobre el conocimiento y el aprendizaje. Novedades Educativas. (33) 26-37.
Pozo, J. (2006). La nueva cultura del aprendizaje en la sociedad del conocimiento. En: Pozo, J.; Schever, N.; Pérez Echeverría, M.; Mateos, M.; Martín, E. y De la Cruz, M. Nuevas formas de pensar la Enseñanza y el aprendizaje. Las concepciones de profesores y alumnos. Barcelona: Graó
Sain – Onge, M. (1997). Yo explico, pero ellos… ¿Aprenden? Bilbao: Mensajero.
Serrano, M. (1990). El proceso de enseñanza Aprendizaje. Mérida: Consejo de Estudios de Postgrado y Consejo Editorial de la Universidad de Los Andes.
Sevillano G., M.L. (2005). Didáctica en el siglo XXI. Madrid: McGrawHill.
Para referir este artículo: Becerra T., G.Y. (2024). La enseñanza como actividad profesional docente y su caracterización. En. Pedagogia.club. Disponible: https://pedagogia.club/conceptos-fundamentales/la-ensenanza-como-actividad-profesional-del-docente-y-su-caracterizacion/