Autor: Dra. Gladys Yolanda Becerra T.
Profesora de la Universidad de Los Andes.
Fecha de publicación: 31/05/2024
La educación se entiende como un proceso estrechamente vinculado con las características del contexto donde se estudie y del momento histórico. Las condiciones del momento son las que permiten definir al hombre, al mundo e incluso las formas de apropiación de la cultura. En la medida en que hombres y mujeres construyen su historia, emergen nuevas condiciones y forma de vida, cuya asimilación es necesaria por los miembros de una sociedad, para poderse desenvolver en el mismo de manera pertinente. En consecuencia, la educación refiere un proceso inacabado, que desarrolla capacidades en las personas, para vivir y desenvolverse en el mundo.
Etimológicamente el término educación deriva del latín educare y educere, con una doble significación: educación es conducir desde afuera o es un proceso que se potencia desde el interior de la persona. Actualmente se considera que ambas concepciones son complementarias y, se asume la educación en un plano bidimensional, pues la educación es un proceso individual porque nadie puede aprender por mí y, de manera simultánea, es un proceso social, porque se aprende con los otros. De ahí que diversos autores, definan la educación como un proceso que afecta al hombre como individuo y como ser social. Ejemplo de ello es el gran maestro venezolano Prieto Figueroa (1990) quien la refiere como un problema humano que se ocupa del hombre como individuo y como miembro de la comunidad en la que participa. Sarramona (2000) también lo señala y acota que la educación, junto con la salud, afectan, tanto a la dimensión personal como la social del individuo, argumentando, además, que a través de la educación se llega a la meta de la humanización y se adquiere la posibilidad de ser persona.
Ahora bien, la educación como una obra colectiva, que se concreta a través de los otros, se inscribe en los aportes de Vygotsky (1979) y la dimensión intersubjetiva, la cual refiere que el proceso de aprender se concreta en la relación con los otros, para luego ser internalizado, denominando a ese hecho: intrasubjetividad. Esos otros, de quienes aprendemos, viven en un momento y espacio particular, lo cual particulariza hecho educativo y permiten definir la educación como un proceso histórico. De ahí que se asuma la educación como un proceso derivado de la herencia cultural ajustado a las particularidades del momento.
Con relación a lo expuesto, autores como Flórez (1994), Becerra (2024) refieran las grandes épocas de la educación, a través de las cuales se describe este proceso a grandes rasgos, desde la perspectiva histórica. Así se tiene:
- La primera referida a los inicios de la humanidad, cuando el hombre desarrolla esquemas de pensamiento primarios y pasa de perseguido y esclavo de la naturaleza, a ser persecutor y dominador de su medio, con el fin de asegurar su existencia. Cuando descubre que “al lanzar la piedra espanta la fiera” crea las condiciones para producción de un legado histórico. Probablemente a medida que fue perfeccionando los instrumentos artificiales, también mejoró su uso y fabricación; pero, llegó un momento, en que el mecanismo de memoria genética se tornó insuficiente e incapaz de retener y trasmitir toda la información y el conocimiento generado. Es cuando surge la educación como un proceso trasmisor para el trabajo colectivo mediante la imitación, quizá en un primer momento, en el imperativo de “haz como yo”. No obstante, en la medida en que se complejiza el proyecto civilizatorio, tuvo que crear nuevas formas de memoria social, para permitir la pervivencia y el desarrollo de la población humana, convirtiendo a los hombres y mujeres como autores y protagonista de su propia historia. Se modera la agresividad y surge la moral, pues, se necesita preservar las personas depositarias del bagaje cultural, que generalmente eran los viejos. Ya no se trata de una simple acumulación de información, sino que, insertos en ese proceso dominador de la naturaleza, emerge una dinámica intelectiva de procesamiento, que permite transformar esa información en un despliegue colectivo de actividad intelectual, cuyo fin último probablemente estuvo orientado a garantizar la pervivencia humana a través de la mejora productiva comunitaria. Se convierte en ser indeterminado. En ese proceso transmisioncita y transformativo a la vez, de manera progresiva se fueron tornando más complejas las relaciones sociales y los sistemas de organización social, dando paso, a la segunda época educativa. (Flórez, 1994).
- Este segundo momento educativo de la humanidad coincide con la división social del trabajo; las élites minoritarias ejercen el poder, usufructuando el excedente económico producido por la mayoría. Esta forma de organización social se acompaña de una efusión ideológica que contribuyó a mantener dicha estructura sin fracturar la unidad de la población. Los portadores del tal pensamiento eran miembros de la clase privilegiada (sacerdotes, chamanes, maestros) que promulgaban la cosmovisión que sustenta el orden social. Es cuando aparece la reflexión pedagógica y la preocupación por el cómo educar. Flórez (1994) remonta este hecho a los Vedas, VIII siglos antes de Cristo. Es así como en esta época, da cuenta del surgimiento de una educación aristocrática dirigida fundamentalmente a la orientación del carácter, basada en el orden el universo de acuerdo a las creencias de los chinos, hindúes y griegos. Primero, se concretó a través de una tradición oral, y posteriormente, en la cultura escrita, pues, se estima que los símbolos tuvieron utilidad para representar el habla luego de 500.000 años de cultura oral (Bosco, 1995 en Adell,1997). No obstante, en este momento histórico la educación tendió a un empobrecimiento al tornarse libresca, formalista. Tal enfoque devino en un reemplazo del arte de vivir por el arte de manejar vocablos, que poco aportaban en la solución de los problemas de la sociedad. Se prolongó durante toda la edad media e inicios del capitalismo, es decir, aproximadamente hasta el siglo XVII e inicios del XVIII, cuando se anuncia el surgimiento de una nueva época, con el movimiento renacentista.
- La Revolución Industrial y la Revolución Francesa marcan un hito importante en la historia de la humanidad. Las transformaciones emergidas se acompañan de nuevos ideales que requieren otro tipo de educación. Surge la educación para la producción social material y espiritual, en un primer momento, sesgada por el modelo humanista, según el cual el estudio era el medio para acercarse a las clases aristocráticas y alejarse de las clases populares, desposeídas. Sin embargo, la nueva organización política económica ameritó mano de obra calificada para la producción colectiva y a gran escala, lo que explica por qué la educación se orienta en ese momento hacia la clase trabajadora. Aquí se pueden ubicar los aportes de todo el movimiento de la Escuela Nueva y las contribuciones de pedagogos, entre otros, Dewey (1918) quien, en su obra Las escuelas de Mañana, deja sentado su visión dañina sobre la educación intelectualista y su postura a favor de una educación que considere las circunstancias del momento. No obstante, la mejor expresión de esta educación vinculada al mundo productivo lo constituye “la escuela del trabajo” que surge bajo la doctrina de Kerschensteiner (1934). y que es conocida como una escuela que vincula su actividad educadora a las disposiciones individuales de sus alumnos, multiplicando y desarrollando sus intereses, a través de una actividad constante, en los campos de trabajo.
En esta etapa, a la par del avance científico – técnico, se da un rompimiento del énfasis libresco, enciclopedista y emerge una educación centrada en el aprender haciendo en el trabajo. En sus inicios, la educación se fundamenta en los ideales de la Revolución Francesa: Libertad, igualdad y fraternidad, pero, luego, con las influencias de la revolución industrial se orienta al campo productivo. El proceso en si se transforma en un proceso de capacitación de la mano de obra necesaria para una sociedad industrialista – capitalista, de índole liberal. Surgen figura del Estado como regulador de la economía, tratando de dirigir políticas que contribuyeran a mantener unas condiciones de vida para la masa proletaria. El avance de la técnica demanda especialización y demanda de una clase profesional intermedia, lo cual genera mayor apertura en cuanto a los estudios en todos los niveles, los cuales, estuvieron acompañados de una dinámica tecnológica y de invenciones múltiples que dieron paso a la cuarta época.
- El tercer milenio abre sus puertas a la sociedad de la información y el conocimiento. Se trata de un momento histórico determinado por la hegemonía de las tendencias económicas. El mercado se erige como el ente más poderoso de la humanidad. Existe una mano invisible que determina políticas agrestes del mundo, las cuales se difundieron como una nube de humo mediante cultura globalizada, instaurada como consecuencia de la revolución tecnológica, especialmente en los medios de información y comunicación, la cual rompió las fronteras disciplinares y geográficas. No obstante, a pesar de los grandes avances y de vivir en la sociedad del conocimiento hay algo paradójico en el proceso: el mismo conocimiento no ha estado en función de la solución de los problemas del mundo, sino a favor del beneficio de unas élites. El conocimiento está al servicio de un sistema productivo y la inventiva está a favor de la acumulación de grandes monopolios internacionales, dejando de lado aspectos tan esenciales como es la vida, que pasó a un segundo plano, al igual que el ser. El conocer y el hacer, están en función del tener, pero un tener con eficiencia, es decir con el mínimo de esfuerzo posible. Ello, por supuesto ha generado repercusiones en el hecho educativo, por la transformación de los valores, lo cual ha tenido implicaciones éticas y morales. Es necesario destacar el presente como el momento de la imagen, muy bien utilizada por las esferas económicas, para instituir la cultura del consumo y de lo estético, fundando la ética de lo efímero, del momento y del placer, un placer sin esfuerzo que atrofia la libertad, como lo avizora Gervilla (1993). Actualmente, a inicios de la segunda década del siglo XXI, se habla, incluso, de la inmediatez, de una sociedad que continúa buscando la felicidad a través del consumo, pero desde el uso desmedido de la digitalización y la economía. Así, el consumo equivale a felicidad, tal como lo plantea Rojas (2020).
Pero, además se vive en una cultura generativa de conocimientos, en la cual los mismos entran en obsolescencia de manera muy rápida, por lo que se habla de la volatilidad del conocimiento. Se genera, así, una especie de ignorancia, pues la difusión de información de manera digital e impresa sobrepasa la capacidad de las estructuras mentales para asimilarla y como afirma Morin (1986) provoca un aumento de la incertidumbre y un progreso de la ignorancia (En Porlán, 1997, p.55). Dicho de otra manera, la cultura actual describe una sociedad comunicacional diversa y dinámica, continente de una multiplicidad discursiva que avanza a ritmos violentos, sin dar, a veces, tiempo suficiente para la apropiación de una novedad porque ya el mercado ha lanzado otra. Fenómeno que invade todos los campos, desde el cotidiano hasta el científico.
Aunado a ello, surgen grandes polos hegemónicos con economías que pasan por períodos de estabilidad e inestabilidad, como es el caso de EEUU y Europa; el florecimiento económico de Asia con China a la delantera; Latinoamérica con una visión difusa de sus posibilidades emergentes, África excluida de toda posibilidad de inversión, dilucidan un panorama que debe acompañarse de una visión educativa, que permita hacer consciente este hecho y, enfilar esfuerzos colectivos para que los pueblos alcancen su desarrollo, la verdadera independencia, que aún no se ha logrado consolidar, pero definida quizás desde otras perspectivas, que no sean, necesariamente el crecimiento económico devastador, que ha comprometido los recursos de las generaciones futuras.
En síntesis, la consolidación del sistema capitalista a través de la política neoliberal y de las nuevas formas económicas que facilita el mundo globalizado, dan paso a un momento histórico determinante que debe ser reflexionado desde la educación, debido a las particularidades sociales que se difunden, tales como:
- El exacerbado individualismo, el cual, a su vez, ha generado una competencia malsana.
- La instauración de una cultura alienada al consumo que sustituyó los valores del ser por el tener.
- El establecimiento de la cultura de la inmediatez a través de la cultura digital.
- El exacerbado deterioro ecológico que, de continuar así, no dejará planeta para las futuras generaciones.
- Un auge en la TIC que rompe las categorías “distancias” y “fronteras” interconectando el mundo, a la vez que crea posibilidades de difusión y desarrollo del conocimiento inimaginables, como hoy lo constituye la llamada Inteligencia artificial, por ejemplo.
- La existencia constante de mares y océanos de información que superan la capacidad de las estructuras mentales para procesarla, lo cual, genera mayor ignorancia y, de manera simultánea inconciencia de ella y, por ende, del mundo que estamos viviendo.
- La volatilidad del conocimiento, debido a su rápida caducidad.
Los aspectos antes referidos, en su conjunto, hacen que se viva un momento histórico de grandes contradicciones, pues, mucho conocimiento, pero, ¿al servicio de qué y de quiénes? Los grandes problemas del hambre y la pobreza cada día se agudizan más. Nuestro planeta amenazado y hasta condenado a su desaparición. La educación se mueve en el dilema de si educar en las competencias necesarias para desenvolverse en un mundo competitivo, pero a la vez deshumanizante, porque, aun cuando se habla de igualdad de oportunidades, en realidad, no hay igualdad de condiciones; o, si educar para humanizar en el sentido de, más que ser competente, desarrollar compromiso con los demás. Aquí resultan pertinentes los aportes de Pedagogía Critica, cuando plantean que la educación debe convertirse en un proceso que permita a los seres humanos darse cuenta del mundo en el cual viven y desarrollar compromiso social para transformar las condiciones de vida de los colectivos, superando las tendencias individualistas que promueve el enfoque neoliberal.
Estas son las razones que justifican hoy el planteamiento de nuevos retos y perspectivas educativas que apuntan sus aristas hacia un desarrollo humano más armonioso, más genuino, que coadyuven a superar la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las opresiones, las guerras, las discriminaciones, etc. (Delors,1998).
Ahora bien, toda la descripción histórica realizada permite llegar a una aproximación en cuanto a la definición de la educación en el momento actual; es concebir la misma como un proceso histórico y complejo que afecta al ser humano en el plano individual e integral, mediante el cual, los seres humanos se transforman a sí mismos y a la sociedad, en una relación intersubjetiva mediante el cual eleva sus niveles de pensamiento, se apropia de la cultura, configura la personalidad en todos sus aspectos y adquiere las herramientas que les desenvolverse en un contexto de manera efectiva a la vez que promueve actitudes creativas e innovadoras.
Referencias Bibliográficas
Adell, J. (1997). Tendencias de la Educación en la sociedad de las tecnologías de la Educación. Revista Electrónica de Tecnología Educativa. (7).
Becerra T., G. Y. (2024). Teoría de la Educación y la Pedagogía. Saberes Necesarios en la formación docente. Mérida: Consejo de publicaciones del Vicerrectorado de la ULA,
Delors, J. (1998). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana – UNESCO.
Flórez O., R. (1994). Hacia una Pedagogía del Conocimiento. Bogotá: McGrawHill.
Gervilla, E. (1993). Postmodernidad y Educación. Valores y cultura de los jóvenes. Madrid: Dykinson.
Kerschensteiner (1934) Concepto de escuela del trabajo, Madrid: Ediciones la Lectura.
Larroyo, F. (1980). Historia General de la Pedagogía. México: Porrúa.
Porlán, R. (2002). Constructivismo y Escuela. Sevilla: Díada.
Prieto F., L. (1990). Principios Generales de la Educación. Caracas: Monte Ávila Editores.
Rojas R., J.S. (2020). Razón o inmediatez: La racionalidad del sinsentido digital como mecanismo de alienación en la posmodernidad. Kavilando. Vol. 12 (1). Disponible: http://portal.amelica.org/ameli/journal/377/3771835016/3771835016.pdf Consulta: 27/06/2022
Sarramona, J. (2000). Teoría de la Educación. Barcelona: Ariel Educación.
Vygotsky, L. (1979), El desarrollo de los procesos psicológicos. Barcelona: Crítica.