POSMODERNIDAD Y EDUCACIÓN.

Fecha de publicación: 21/08/2024

Los avances en las tecnologías de la información y la comunicación abren las puertas a un tercer milenio convulsivo.  Si bien, la población mundial quedó convertida en una aldea global porque se rompen las distancias para la comunicación, los ideales de libertad, progreso y felicidad, se perdieron en la relatividad y multiplicidad de discursos, dando paso un nuevo proyecto: la postmodernidad, que es develado por un movimiento crítico que se desarrolló desde finales del siglo XX.

Para algunos autores la postmodernidad es asumida como una etapa histórica.  Es el caso de Hurtado y Toro (1998) quienes precisan: que” …se le ha dado el nombre de postmodernidad a la etapa histórica que configura un nuevo tipo de pensamiento sustitutivo al predominante en la modernidad…”  (p. 42).  Se trata de un “nuevo orden civilizatorio”.   Para otros autores como Berciano (1998) posmodernidad se asocia con límites del conocimiento, crisis de la metafísica o de los sistemas como relativismo, escepticismo, etc. Se presenta en un momento histórico después de los grandes sistemas modernos, después de la crítica kantiana, después de la crisis de la racionalidad en los ámbitos políticos, económico y científico.

Ahora bien, según Gervilla (1993) la posmodernidad aparece cuando el proyecto de la Modernidad deja de ser válido, aún cuando no hay una fecha exacta de su aparición.  Hay quienes asocian su génesis a Nietzsche y Heidegger. Otros plantean que emerge con la transformación del saber y de los conocimientos como consecuencia de los adelantos en la cibernética. Lo cierto es que la postmodernidad se asocia a un movimiento amplio y complejo, cuyas definiciones apuntan a términos claves como: deconstrucción, agotamiento, hedonismo, personalización, indeterminación, pluralismo, desvalorización, apertura, relativismo, nihilismo positivo, narcisismo e individualismo.  Se trata del movimiento crítico en el que se apuntan autores como Habermas, Foucault, Derrida, Lyotard, Rorty y Vattimo, Lacan y que se ha denominado filosofía postmoderna (Gervilla, 1993; Berciano, 1998; Nevado, 2019). En sí, todas las aportaciones enmarcadas en la postmodernidad responden a la descomposición del orden interpretativo, epistémico, sociológico y político moderno. No obstante, según Gutiérrez (2015) El término postmodernidad fue acuñado por Jean Fracois Lyotard (1998), en su obra: La condición postmoderna; en la misma analiza la caída de lo universal y propone una política en favor de las minorías.

A partir de la revisión de la literatura, puede decirse que la postmodernidad se caracteriza por:

  • El desencanto de la razón, pues la verdad al servicio de la humanidad solo tuvo logros parciales. La idea de progreso devino en aspectos negativo al mundo, e incluso irreparables a la humanidad, tal es el caso de los agujeros a la capa de ozono, las desigualdades sociales, el aumento de la pobreza, la devastación de la guerra. La población se mueve en el dilema del consumo y la pobreza. Cada día hay oferta de productos novedosos, pero la población cada vez tiene menor poder adquisitivo. Las personas pierden la esperanza de un futuro y se dedican a vivir el momento. Se promueve la libre competencia, sobre todo en los mercados, pero ¿En qué condiciones compiten los países pobres?
  • Pérdida de fundamento, ya que no hay una luz, ni una verdad; ésta se pierde en el relativismo. Se trata de la existencia de un pensamiento débil, porque es volátil; lo que se piensa hoy, puede ser que cambie mañana. Se pierden los argumentos universales y emerge el pluralismo y la diversidad de fundamentos.
  • Incredulidad de los grandes relatos. Esto quiere decir que se pierde la credibilidad en los grandes ideales políticos, en las grandes ficciones científicas, pues los mismos devinieron en un panorama sombrío, pleno de injusticia, desigualdad, destrucción del planeta, entre otras cosas. Tal conciencia de dicha situación ha permitido que surjan grupos pacifistas, ecologistas, feministas, que lucha por los derechos humanos, la conservación del ambiente y su equilibrio, entre otras cosas. Según Gervilla (1993) con la postmodernidad se toma conciencia del nivel de complejidad de la sociedad y del mismo ser humano, pues no hay un único elemento para explicar la realidad. Entonces emerge una desconfianza en el racionalismo científico que devino en un pragmatismo utilitarista y no resuelve los grandes problemas de la humanidad. En vez de superar las brechas sociales, las aumentó. Y el racionalismo sociopolítico quedó en el desencanto luego del holocausto.
  • Desencanto del sentido de la historia, asumida de forma lineal, orientada al progreso. Ya no es la historia del europeo como centro. Emergen las múltiples historias, que particularizan los contextos y permiten a ser humano, vivir su presente.
  • Fragmentación de la moral, consecuencia de que la razón se queda sin fundamento y desaparecen los principios fijos que la sustentan. La acción se centra en el yo y, viene a ser los sentimientos y las preferencias de cada uno, las que dirigirán las actuaciones. Como los criterios universales desaparecen, emergen las micro-éticas, sin posibilidad de consensos totales. Las jerarquías de valores son individuales e inestables y se relacionan con la realidad de cada quien. Se fortalece la ética de lo inmediato y se da un rechazo de la normatividad autoritaria. La moral es subjetiva, hedonista y narcisista; se sustenta más en lo estético que en lo ético. La vida se basa en el goce de lo nuevo y de sí mismo. (Gervilla, 1993).

Tal caracterización de la postmodernidad como nueva filosofía y momento histórico, afecta directamente a la educación, como proceso de apropiación cultural, producto de la crisis que se genera por el declive de la razón. Esta afecta los planes formales, no formales e informales de la educación, pues hay ausencia, también, de fundamento axiológico por la relatividad de los valores.

Como se ha venido señalando, el saber ya no se basa en la ciencia sino en la comunicación.  Ya no hay saber valorado por sí mismo, sino por su practicidad. En esta realidad, la educación tiene que asumir el reto de colocar al hombre en una relación cultural de su contexto. Así, es necesario que ser potencie el aspecto crítico de la cultura, alejando al estudiante de una asimilación pasiva, a la vez que fomenta procesos individuales de discernimiento en cuanto a lo valioso o no valioso para su formación, de tal manera que tenga la oportunidad de elegir aquellos valores que merecen ser vividos y desechar aquellos que se revierten contra su persona y que son antivalores. Este hecho es fundamental, es propiciar la verdadera libertad de abandonar transformar y, transformarse.

Conviene retomar las ideas de Gervilla (1993) cuando precisa que se trata de “educar para el bien y la felicidad, cuya consecución consiste en la posesión de sus valores…” (p.166). Ello significa, educar en el relativismo de la razón y en el relativismo ético, lo cual implica que no hay imposiciones sino construcciones y elección. Se requiere una educación en el presente, en lo cotidiano para asumir la vida en cambio permanente. Educar en la postmodernidad es tener presente que se atiende una generación individualista, centrada en el placer y el cuidado de su esteticismo, lanzada y adicta a las redes, con una atención dispersa y algo frágil. La postmodernidad refiere un momento histórico que rescata lo afectivo frente a la razón; existe un valor por el cuerpo y el placer y, por ende, las personas son más felices amando que pensando. No obstante, como precisa Gervilla (1993) “el placer sin esfuerzo atrofia la libertad y se convierte en libertinaje”, porque no se trata solo de pasarla bien, sin mirar las consecuencias que se generan de la actuación. Por ello, la educación postmoderna tiene el reto de promover el equilibrio entre el placer y el esfuerzo. El asunto debe centrarse en influir sobre los estudiantes para que se den cuenta que existen valores superiores al placer y, en algún momento les permitan asumir su vida en forma consciente y libre.

Como es de apreciar, la postmodernidad impone cambios en las instituciones educativas y las mismas deben:

  • Estar abiertas a la renovación continua.
  • Establecer normas de forma consensuada a través del diálogo con los actores educativos.
  • Desarrollar el trabajo colaborativo en aras de crear una voluntad colectiva en la institución, que a su vez permita encontrar vías para enfrentar la incertidumbre.
  • Reestructurar las categorías de espacio y tiempo, en función del trabajo colaborativo y la comunicación. .
  • Favorecer el aprendizaje organizacional para que permita que el aprendizaje individual se transforme en aprendizaje compartido. Para ello hay que tomar conciencia de cómo se estructura el poder en las instituciones educativas.

Aunado a ello, la postmodernidad también plantea cambios curriculares profundos que residen en: el énfasis en lo local; nuevos contenidos, intenciones y métodos, para enfrentarse a los tiempos de incertidumbre, porque se acabaron los grandes relatos. De la apropiación del conocimiento científico, se pasó al desarrollo de competencias, de capacidades. Emerge el ideal tecnológico. La enseñanza debe ser contextualizada y, el docente debe abandonar su papel de instrumentador para asumirse como un se generador de conocimiento a partir de su experiencia. De ahí que se sustituyan las escuelas eficaces por las escuelas que aprenden o escuelas inteligentes. La selección y el procesamiento de información es una de las capacidades fundamentales que debe desarrollar la educación postmoderna, pues la misma se asentará en la tecnología y en la innovación. Para ello, se requerirá una pedagogía que amplie el conocimiento en el orden como aprende el niño y, de esta forma desarrollar su capacidad intelectual; las tecnologías informáticas son la fuente primordial para el logro de este conocimiento, que a la final se convertirá en conocimiento virtual al alcance de todos y, ya hoy, convertido en producto, también, de la inteligencia artificial.

Como se puede apreciar, la postmodernidad impone transformaciones en la educación porque se trata de una época de cambios, en la cual la incertidumbre forma para del día a día.  Por ende, se debe formar para el pluralismo, en un mundo interconectado, con constante obsolescencia del conocimiento y donde las innovaciones no se detienen. Es educar para un mundo en el cual la información está al alcance de todos, los valores son relativos y las personas necesitan desarrollar capacidades para desenvolverse en ese mundo cambiante, donde ya no hay meta relatos vigentes.

Referencias Bibliográficas.

Berciano V., M. (1998). Debate en torno a la modernidad. Madrid: Síntesis.

Gervilla, E. (1993). Postmodernidad y Educación.  Valores y cultura de los jóvenes.  Madrid: Dykinson.

Hurtado L., I. y Toro G., J. (1998).  Paradigmas y Métodos de Investigación. Valencia: Epísteme.

Lyotard, J.-F. (19989 La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Traducción de Mariano Antolín Rato. Madrid: Ediciones Cátedra.

Nevado E., J.L. (2019). Pero, ¿Qué es la posmodernidad? Disponible en: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/pero-que-es-la-posmodernidad. Consulta: 07/03/2024.

 

Para referir este artículo: Acevedo, F. (2024). Postmodernidad y Educación. En: Pedagogia.club. Disponible:https://pedagogia.club/articulos-pedagogicos/posmodernidad-y-educacion/

 

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2 comentarios en «POSMODERNIDAD Y EDUCACIÓN.»

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