Inquietudes sobre la Inteligencia Artificial y la realidad educativa actual en el contexto venezolano
Publicado. 4/06/2024
La educación es un proceso de apropiación cultural y transformación social, que adquiere particularidad en el tiempo, en el contexto. En sentido amplio, cambia cuando cambian los tiempos. No es igual la educación actual que la de hace 20 años. Aunque parezca mentira, quienes hemos estado vinculados de forma directa a esta actividad, notamos las diferencias.
Hace 20 años estaban proliferándose, en el contexto venezolano, el teléfono celular o móvil, con mensajería. El internet, no estaba al alcance de todos como en este momento. Los celulares se prohibían en clase, porque la mensajería de texto era un distractor de los estudiantes. El teléfono móvil era considerado un perturbador de la atención. A las clases se asistía con el material de lectura impreso, para hacer trabajo grupal en clase o participar en las discusiones que se propiciaban. La escritura de textos era de las cosas con mayor exigencia en los estudiantes y resultaba una tarea compleja, pues los estudiantes, salvo algunas excepciones, venían acostumbrados al dictado, a la copia y a la actividad de memorización.
Poco a poco los tiempos fueron cambiando los celulares y, aparecieron a eso del 2010, los teléfonos inteligentes, portátiles con las funciones de una computadora, que se popularizaron rápidamente. Cuando nos dimos cuenta, ya los estudiantes venían a clase con el material digitalizado en los teléfonos y los profesores también; se acabaron las fotocopias y era comprensible, por los costos, el uso de papel, etc. El momento histórico marcó pauta en la educación. Digamos que estos nuevos aparatos, fáciles de llevar, tenían capacidad de almacenamiento y, como se mejoró también la capacidad del internet, recurso que, igualmente, se democratizó, su acceso se tornó generalizado y con una incidencia directa en los procesos educativos. Esto ha traído, como consecuencia, cosas positivas, tal es el caso de la información a disposición de todos. Pero el asunto no ha quedado ahí. El avance de las tecnologías ha continuado y ha desembocado en lo que hoy se conoce como la Inteligencia Artificial, que es una cuestión muy en boga, cuyas repercusiones en la educación requieren reflexión, sobre todo en lo que tiene que ver con la construcción textual y la lectura.
Si hay algo que desarrolla inteligencia en el ser humano, es la adquisición de competencias en lectura y escritura. Aprender a leer y comprender el mensaje, así como transmitirlo, de forma correcta y adecuada a los niveles de formalidad de la lengua escrita, requiere la puesta en práctica de un conjunto de procesos mentales, importantísimos en el desarrollo del pensamiento, en la construcción de conocimientos, por parte de las nuevas generaciones. Pero, ante el panorama de la IA, que ha desarrollado aplicaciones, a los cuales la persona le pide una construcción textual de x número de palabras, sobre un tema determinado y se lo hace ¿Qué alternativa van a plantear los docentes, para valorar la competencia escrita? Sobre todo, con la estrategia que ha pervivido en el contexto venezolano, de enviar tareas para la casa, vale la pena preguntarse ¿Quién hace la tarea? ¿A quién valoramos: al estudiante o a la aplicación? Igualmente, existen robots que ya están en algunos hogares, a los cuales se les preguntan cosas y las responde, incluso, se promocionan como ayudantes para realizar tareas. Cómo queda la lectura, la socialización y el compromiso de los padres, que son los propósitos que, generalmente, cumplen este tipo de asignaciones. ¿Evaluamos al estudiante o al robot? Son inquietudes que nos asaltan ante esta realidad. Vamos a seguir empecinados en prohibir los dispositivos electrónicos y denominados inteligentes, o, los vamos a incorporar al proceso formativo.
Esas son apenas algunas de las inquietudes que, a vuelo de pájaro, como se dice en el argot popular, asaltan la curiosidad de quienes estamos vinculados a la educación y a la Pedagogía. Durante la experiencia como maestra, escuché repetidas críticas hacia la copia y el dictado acrítico, como ejercicios mecánicos en el aprendizaje de la lectura y escritura. El uso de la caligrafía como forma de mejorar la grafía. Y, pensar, que aún son estrategias vigentes en pleno siglo XXI, cuando se está hablando de la revolución de la IA.
En la educación superior, por ejemplo, con la democratización del internet, cargamos con el vicio del corte y pegue; lo estudiantes llegan a la universidad con esta incompetencia en lo que atañe a la escritura y, ahora, con esta aplicación de la IA, asalta la preocupación sobre ¿Qué hacer para que los estudiantes se involucren en situaciones reales de escritura y lectura? Existe una tendencia a asignar trabajos para que los hagan en casa y los docentes siempre tenemos la inquietud si los hacen ellos u otras personas. Ahora con la IA, asalta otra inquietud: si se evalúa al estudiante o a la capacidad de la herramienta que utilicen para la construcción de textos.
En otrora, a inicios de siglo, el planteamiento en cuanto a las competencias de las nuevas generaciones estaba el seleccionar críticamente la información. Hoy será el aprender a usar estas herramientas, pero, entonces, nos ponemos a pensar ¿Cómo aprende a escribir, de manera formal un futuro profesional, si sus escritos los ha realizado una aplicación inteligente? ¿Será que las competencias consisten en el aprender a utilizar esas herramientas, porque escribir ya no es necesario? ¿La educación quedaría relegada a una cuestión tan instrumental? Quizás sigámonos interrogándonos, pero, lo que si es cierto es que la IA existe y hay que aprender a formar, las nuevas generaciones, en estas y con estas herramientas. Esto es lo que avizora el futuro inmediato. El reto está en encontrar las estrategias y experiencias que les permitan a los estudiantes aprender utilizando la IA; mover sus estructuras mentales, retarlos en el aparato crítico. Quizá parte de la tarea sea comparar un escrito realizado por los estudiantes y otro por la IA; o invitarles a que lleven al aula escritos hechos por la IA con distintas orientaciones y, que ellos, a partir de una lectura, previamente asignada, critiquen la producción de la IA.
Quizá ahondando en las didácticas específicas, a partir de lo que ha denominado, enseñabilidad de las ciencias se puedan encontrar las estrategias que propicien la construcción de conocimientos, usando la IA como aliada, antes de negar su uso. Al docente el tiempo le impone nuevos retos; el asunto está en el grado de motivación que tenga para ello. Lo contrario implica seguir formando personas para un momento histórico que ya no existe; es seguir concretando una educación alejada de la vida y del mundo actual.